En los últimos segundos de hoy 15 de septiembre, estaremos celebrando 199 años de vida libre e independiente en México.
Aquella madrugada de un domingo 16, el cura Miguel Hidalgo se dirigía a los congregados en la parroquia de Dolores con las siguientes palabras:
“No existen ya para nosotros ni el rey ni los tributos; esta gabela vergonzosa, que solo conviene a los esclavos, la hemos sobrellevado hace siglos como signo de tiranía y servidumbre; terrible mancha que sabremos lavar con nuestros esfuerzos… Llegó el momento de nuestra emancipación, ha sonado la hora de nuestra libertad…”
¿Puso atención estimado radioescucha? Tributos, servidumbre, esfuerzos, libertad…
Es impresionante lo contemporáneo que suena el discurso del criollo Hidalgo.
Y es que se acerca el bicentenario de la independencia y el centenario de la revolución mexicana. Hay mucho que festejar, es cierto que se ha logrado bastante. Pero sólo con adoptar una perspectiva más crítica, uno se puede dar cuenta del parecido que aún detentan los mexicanos pobres de este siglo, con aquellos que defendía Morelos en sus “Sentimientos de la Nación”; de la similitud aún tienen los mineros de ahora, con aquellos que organizaron la huelga de cananea y de la semejanza entre los campesinos que hoy se arriesgan en el campo mexicano y aquellos por quien hace tiempo ya, dio la vida Emiliano Zapata.
Nos encontramos en una etapa que según la inercia del ciclo histórico nacional, debería ser de revolución o mejor aún, de evolución.
Sin necesidad de una lucha armada o de un llamado colectivo, deberíamos empezar el cambio con el puntual cumplimiento de nuestras obligaciones como mexicanos y con la rigurosa exigencia de resultados, a esas autoridades que quieren cobrarnos más por gobernar menos.
Suena adecuada una frase del dramaturgo español Jacinto Benavente:
Lo de cambiar los nombres sin cambiar las cosas, es lo primero con que se engaña al pueblo en todas las revoluciones.
15 sept
LA BARDA 