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País Corleone

Bajo la dirección de Francis Ford Coppola, en 1972 Al Pacino interpretó al joven soldado condecorado por sus acciones en la Segunda Guerra Mundial, quien al retiro de su padre como  jefe de una de las mayores mafias neoyorquinas, tomó las riendas del negocio familiar para convertirse en el capo de capos, Don Michael Corleone. 

Apenas un año después, Pacino le pondría rostro en la pantalla grande a la historia verídica de Frank Serpico, el policía de Nueva York que desde su ingreso a la corporación en 1960, luchó por mantenerse fuera del círculo de corrupción que abarcaba a todas las esferas de la burocracia.

Al realizar como espectador un ejercicio de observación, se descubre que es más fácil de digerir e inclusive se experimenta el deleite  en la historia ascendente del criminal con estirpe siciliana. Las bofetadas que en forma de perversión, cohecho y envilecimiento, azotan al inagotable Frank Serpico, transfieren por osmosis a la mente del televidente y a la del lector de la novela, una incómoda y permanente ansiedad.

Bastante se ha discutido sobre la guerra contra el crimen que se lleva a cabo en México y aún más se ha polemizado acerca de la justificación de la estrategia del gobierno federal. Parece que son pocos los que en referencia a este tema, logran fabricar argumentos y llevar a cabo acciones responsables, completas, ecuánimes y  con una visión global del problema.

Están por ejemplo aquellos gobernantes que ven en esta cruzada contra la inseguridad, la tesitura perfecta para sacar provecho político al coste de mantenerse al margen; el presidente Calderón cuya cerrazón impide comprender que mientras no exista una campaña real para mejorar el sistema de enseñanza y reactivar  la generación de empleos, las organizaciones criminales contaran con ilimitada carne de cañón y existimos también los ciudadanos que culpamos a los políticos de todo, pero que mediante nuestras faltas y omisiones cívicas, contribuimos cada día y desde nuestra trinchera, al pudrimiento de nuestra sociedad.

Al acotar la batalla contra la inseguridad a la ofensiva del Ejército Mexicano frente a los cárteles, se ha ignorado el fortalecimiento de la las policías estatales y municipales. Titubeo en el bando de los munícipes y gobernadores, así como la ausencia de recursos financieros federales, se antojan como las principales razones para dicha omisión.

Aún y cuando por fin se hiciera justicia  a la nómina y  prestaciones de los cuerpos policiacos, se erogarían recursos en los sueldos de un personal incapaz. Poco puede comprar una robusta quincena, ante la falta de preparación criminalística o de derechos humanos.

Inclusive con razonables percepciones y el respectivo entrenamiento, los encargados de impartir justicia en México serían presa fácil a la seducción del bando criminal pues carecerían del elemento que Frank Serpico mamó en su casa y no en la academia de policía, el arraigado entendimiento y compromiso con la justicia.

Por eso es tan importante atacar desde las bases, resolver los problemas de fondo, mentalizarse al largo plazo. ¡Una vez más! Son los niños y las familias de todos los estratos sociales de México a donde se deben dirigir los esfuerzos del gobierno. La temprana y efectiva inyección de educación, civismo y responsabilidad social a los futuros ciudadanos, así como la urgente generación de oportunidades para los ciudadanos de la actualidad, son la prioridad de nuestros dirigentes.

Somos el país Corleone pues como Michael, vamos a la guerra a defender la Nación, sin darnos cuenta que el enemigo está en casa y es el que al final del día nos convierte en traidores.

Solitario Calderón

Al darse cuenta que para generar empleo se necesitaría más que un decreto presidencial, Felipe Calderón optó por explotar el tema de la inseguridad generando una guerrilla en contra de las bandas del crimen organizado.

Tal vez debido a la euforia de ocupar la silla presidencial, Felipe se imaginó que solito podría con todo el paquete. Cómo un bombero que quisiera apagar el fuego apuntando el chorro de agua a la punta de la flama, el presidente acudió al ejército para montar una espectacular cruzada lejana a resolver el problema de fondo.

Que fácil se le hizo a Calderón acudir primero a las armas y la pólvora, antes que a la educación de valores en los jóvenes y la creación de oportunidades para los pobres. No se apoyó en los gobiernos estatales por evitar comprometer el capital electoral y tampoco cedió en la repartición del presupuesto necesario para blindar a las policías locales.

Felipe abrió la caja de pandora y ahora quiere dejar pasar el asunto.

La intervención del ejército para combatir al narcotráfico tiene fecha de caducidad y parece que ya le está llegando. Iglesia y partidos políticos ya empezaron el debate sobre si se deben o no regresar las fuerzas armadas a los cuarteles.

La milicia está hecha para hacer la guerra y si de por sí es difícil velar por los derechos humanos en  la actuación de las policías, nadie ha garantizado la supervisión de los soldados en dicha materia.

En tres años, el presidente del empleo no pudo disminuir la pobreza, cedió el tema de la educación a un nocivo sindicato y omitió fortalecer a las policías de estados y municipios por dejar fuera de la jugada a los gobernadores.

A penas hizo cambios en la secretaría de hacienda para ver si se consigue lo primero que se debió hacer: generar recursos para pagar las promesas.

 Adecuada la frase de Luis XV, rey de Francia:

¡Mira cuánta sangre cuesta una victoria!, La sangre de nuestros enemigos es sangre humana, y la verdadera gloria consiste en ahorrarla.

Educación pública vs. privada en ENLACE

Los resultados arrojados por la última Evaluación Nacional de Logro Académico de Centros Escolares, ENLACE, indican que no necesariamente las instituciones educativas privadas ocupan los primeros lugares en aprobación y que existen casos de escuelas públicas de  magnífico desempeño independientemente de la carencia de material y condiciones básicas para el estudio       que presentan.

No hay punto de comparación entre las dificultades que sortean esos niños  que caminan kilómetros para asistir a clases,  toman la clase al “aire libre” por la falta de una aula digna o aprenden en telesecundarias sin antena y aquellos que no les falta nada gracias a las caras cuotas que pagan sus padres.

Sin embargo, pareciera ser que el dotar de todas las facilidades a los estudiantes, también les afecta en su desarrollo académico.

A veces son niños que a pesar de tener a su familia, a diario son abandonados a la suerte de una consola de videojuego, del internet o la televisión.

Jóvenes que como tienen todo, son presas fáciles de un libertinaje disfrazado de libertad.

Estudiantes que se alejan de la excelencia académica, el desarrollo humano y el compromiso social, por mantenerse vigentes en la sección social del periódico.

Para el sistema educativo del país, es un reto urgente mejorar la infraestructura escolar pública. Para los padres de familia, no importa tengan a sus hijos en colegios de paga o en escuelas del Estado, es una obligación crucial acompañarlos en el cumplimiento de sus tareas, en el nacimiento de una responsabilidad social y en la definición de principios y valores.

El empeño, la disciplina y el talento de un estudiante, puede superar las barreras que las condiciones socioeconómicas impongan.

El tema hace recordar una de las exigencias de José María Morelos y Pavón.

Que se eduque a los hijos del labrador y el barrendero, como a los del más rico hacendado.

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El futuro de México

camino a la escuela
El día de hoy como en las anteriores ocasiones, pudiera hacer un análisis sobre los problemas que achacan nuestro país para después recetarle posibles soluciones como: ataque a la corrupción, democracia, federalismo, buen gobierno…

Sin embargo, esta mañana únicamente le voy recordar la influencia que usted ejerce sobre un elemento trascendental para la definición del futuro de México. Este elemento en realidad son personas, son un fragmento de ilusión, son portadores de esperanza, son una promesa renovada.

Los acaba de dejar en la escuela, son sus hijos.

Son esos que apenas aprenderán a leer y a escribir, pero también empezarán a diferenciar la nobleza de la maldad.

Son esos que hoy se distraen con el fut bol, los amigos y cosas insignificantes, pero que el día de mañana, decidirán el rumbo de la nación.

Son esos líderes en potencia, ocultos en disfraces de alegre infancia o de insegura adolescencia.

Si usted es de los que ya no tolera la imperfección de nuestra sociedad o las graves deficiencias del sistema, influya en sus hijos, no los abandone, acompáñelos, motívelos para estudiar, para perseguir sus sueños. Que lo intenten, que fracasen y después se levanten.

Lo dijo Pitágoras hace 2,500 años: Educa a los niños y no tendrás que castigar a los hombres.

Comentario LIBRE compartido el lunes 24 de agosto en el programa LIBRE por la La Reina 100.9 F.M.