En la vida cualquier cosa se puede hacer con una estrategia, un juego de mesa, una relación sentimental, una compraventa, una campaña política.
Entre otras cosas se ubica el objetivo final, se hace un análisis de los actores involucrados, se ubican las herramientas con las que se cuenta, el contexto, los factores que dependen y no de nosotros, las tácticas a implementar y las posibles maniobras de nuestro oponente previo añ estudio de su configuración.
El panorama para los candidatos del PAN en Saltillo y Ramos Arizpe es similar, ambos se registraron para contender en sus respectivos municipios a sabiendas que las encuestas y sondeos marcan una contundente preferencia del electorado hacia los abanderados del PRI.
La desventaja en los números de Oscar Mohamar y Héctor Horacio Dávila es consecuencia de factores externos a su candidatura como el declive en la popularidad del panismo a nivel nacional, derivado de dos sexenios marcados por el desencanto y la ausencia del tan anunciado cambio. A nivel estatal son otros obstáculos, la división entre grupos internos del PAN y el escaso trabajo de territorio o con las bases.
En cuanto al individuo, la postulación de Mohamar Dainitin tiene un punto débil en el reducido currículo del candidato respecto a funciones ligadas de manera directa con Saltillo. Lo anterior confirmado por el desconocimiento de las tarifas del transporte público.
En el caso de Héctor Horacio Dávila, las cosas deberían menos difíciles: la administración saliente de Ramos Arizpe es panista, sin embargo el alcalde que se despide, Ricardo Aguirre, se caracterizó por mantener una línea de separación entre su mandato y la directiva de su partido en Coahuila.
Frente a este contexto que revela para los abanderados panistas una desnutrida aprobación popular, una pobre base de militancia e inexistente fuerza de movilización, la estrategia natural es direccionar de manera considerable sus esfuerzos al terreno de los mediático.
Como pudimos observar en las primeras semanas de la contienda, los aspirantes de acción nacional mostraron en televisión, radio y prensa una cara amable hacia la competencia, el PRI. Inclusive declararon su identificación con el proyecto del gobernador del Estado. El objetivo de esa táctica fue captar todo el voto blando posible conformado por personas que generalmente no están interesadas en la política, pero que de igual manera pudieran convencerse por un candidato pacífico con buena apariencia y discurso bonito.
En esta última fase de la carrera electoral, las recientes denuncias por supuestas agresiones y afectaciones a sus equipos y material de campaña, conforman otra de sus maniobras de marketing político. Buscan la confrontación y los reflectores para llamar en lo posible la atención antes de que finalicen los tiempos de campaña. Desean generar situaciones en las que el voto duro de ellos, sus simpatizantes, se sientan afectados por las agresiones que le realicen o se finja realicen a sus candidatos.
La conclusión de todo esto es muy sencilla, los partidos políticos no pueden acotar todos sus esfuerzos al espectáculo mediático. Los votantes no son tontos ya ahora evalúan el trabajo de movilización y los antecedentes que determinado partido tenga gobernando.
Si el PRI en Coahuila ha gobernado bien, y su plataforma electoral es incluyente y propositiva, la opción de subirse al ring de los medios de comunicación le es innecesaria.
Adecuadas son las palabras del político y periodista mexicano Francisco Zarco:
Hágase efectiva la responsabilidad en los funcionarios y empleados de toda especie, para que pueda decirse que la moral es la base de nuestra política.